domingo, 15 de abril de 2018

La vida extraterrestre es, probablemente, sapiosexual

DazvmirXcAI0kox


Foto: @thefromthetree


“We can expect that extraterrestrial intelligence is most likely to emerge among life-forms that are sexually reproducing , choosy about their mates, and a bit obsessed with each other’s mental fitness indicators—in a word, <<sapiosexual>>”


La tesis del trabajo es que si los procesos utilizados por los organismos para obtener alimento en un entorno físico determinado se utilizaron por la evolución para lidiar con las relaciones sociales (en organismos que viven en grupos y se reproducen sexualmente) y con los procesos cognitivos,


¿por qué habrían de ser diferentes las cosas en otros planetas del universo en los que pudiera haber vida?


Si el universo es mínimamente homogéneo, la vida en otros planetas debería haber evolucionado de acuerdo con las mismas reglas más básicas de la evolución en la tierra.

A mí me ha resultado interesante, no tanto lo que uno pueda aprender de la vida extraterrestre, sino los razonamientos de los autores respecto de los senderos a través de los cuales la Evolución ha extendido las adaptaciones que nos permitieron lidiar con el entorno físico – y sobrevivir a patógenos y depredadores aprovechando los recursos alimenticios – al entorno social – maximizando la reproducción y la supervivencia del grupo e indirectamente la del individuo – y, sobre todo, al entorno cognitivo. Porque en entender cómo se ha producido esta trayectoria nos va entender la conducta humana, mucho más que en tratar de descubrir nuevos sesgos o desviaciones respecto del modelo teórico de la elección racional y el homo oeconomicus. Lo bueno de esta aproximación – frente a la Psicología Económica – es que es “desprejuiciada” o “agnóstica” respecto de su racionalidad o irracionalidad pero, precisamente porque los humanos han sobrevivido, florecido y dominado la naturaleza, ha de haber sido suficientemente “buena” como para haber logrado esos resultados. Entender los sesgos irracionales de la conducta humana de esta manera, esto es, como rasgos y no como defectos, permite avanzar más rápidamente en explicar por qué se han desarrollado y por qué no han sido eliminados por la Evolución. A menudo, porque el entorno social – cultural - los ha hecho irrelevantes para la supervivencia de los individuos, de manera que la selección natural no los ha eliminado. Y, a menudo, porque la selección natural no ha encontrado, con los materiales a su disposición, una solución mejor.

Por ejemplo, alguna de las explicaciones de este tipo permiten entender por qué incurrimos en falacias lógicas o – como dicen los autores – por qué nos ha costado tanto – como Sociedad – encontrar una regulación adecuada de la “propiedad intelectual” debido a nuestro empeño en trasladar las reglas acerca de cómo minimizar los conflictos respecto a los recursos naturales, que presentan rivalidad en el consumo, a unos recursos – las ideas, la información, la expresión, las invenciones – respecto de los cuales no hay rivalidad en el consumo. Gente muy inteligente cae irremisiblemente en la falacia de considerar que la regulación de la segunda debería aproximarse lo más posible a la regulación de la primera. Lo propio podría decirse de extender a los conjuntos patrimoniales – las personas jurídicas – las normas, algunas de ellas también ancestrales, creadas culturalmente para lidiar con las relaciones entre individuos humanos que ha dado lugar a una discusión bastante absurda sobre si los robots deberían tener personalidad jurídica. Los ejemplos que proporcionan los autores son muchos. Las relaciones espaciales son conmutativas (si el objeto A está cerca de B, el objeto B está cerca de A) pero las relaciones sociales y cognitivas, no (si a X le gusta Y, eso no significa que a Y le guste X).


Este párrafo merece ser traducido porque explica breve pero expresivamente por qué es plausible lo que se acaba de exponer

No tienes que ser perfecto; solo tienes que ser mejor que tus rivales… la evolución no construye mentes sobrehumanas (o súper-alienígenas) que reúnen toda la información disponible y la procesan usando procedimientos estrictamente racionales para producir soluciones matemáticamente óptimas, como en los modelos de elección racional del tipo Homo economicus. Por el contrario, la evolución a menudo desarrolla heurísticas rápidas y sucias que permiten decisiones suficientemente buenas. Los seres humanos y otros animales evolucionaron para usar varias heurísticas simples que operan dentro de las limitaciones del mundo real, un mundo con tiempo limitado, información limitada y capacidad intelectual limitada para proporcionar soluciones suficientemente buenas, en lugar de óptimas, a los problemas a los que se enfrentan (Gigerenzer et al., 1999, 2011). Es posible imaginar soluciones mejores, pero los beneficios marginales pueden no superar los costes marginales.

Las adaptaciones evolutivas para desarrollar tareas físicas como buscar comida o evitar parásitos pueden evolucionar posteriormente para realizar tareas sociales y sexuales más abstractas y estratégicas en especies que viven en grupos en los que hay mercados de apareamiento competitivos y existen buenas razones para esperar que las especies más inteligentes, incluidas las extraterrestres, evolucionen de especies sociales, sexualmente reproductoras, que viven en grupo). De manera que estas adaptaciones sociosexuales pueden ser copiadas, reutilizadas y conformadas mediante una selección posterior para utilizarse en el desarrollo de tareas cognitivas más abstractas y de nivel superior, como el razonamiento conceptual, la comunicación simbólica, la innovación tecnológica y la curiosidad intelectual, conservando al mismo tiempo las peculiaridades del diseño que recuerdan sus orígenes y funciones ancestrales. Este "giro cognitivo" desde dominios físicos a través de dominios sociosexuales a dominios cognitivos abstractos caracteriza no solo la evolución de los primates sociales terrestres en los últimos 50 millones de años o más, sino que también podría caracterizar la aparición de muchas inteligencias extraterrestres...  las adaptaciones cognitivas pueden ser un nivel útil de análisis para considerar los posibles orígenes y funciones de los pensamientos, sentimientos y preferencias en otras especies inteligentes


A la búsqueda de cosas buenas como comida, compañeros reproductivos e ideas

Para interactuar con su entorno, los animales necesitan “encontrar y percibir… las cosas que pueden beneficiar su adaptación al medio o que pueden imponerles costes en tal adaptación”. Comida, buena porque permite ingresar energía (“quizá las adaptaciones conductuales más primigenias fueron para encontrar fuentes de energía, esto es, alimentos, luz y calor”). Predador, malo porque amenaza la supervivencia.

Se empieza identificando y percibiendo objetos físicos, de ahí se pasa a identificar otros organismos vivos (para percibir con quién se pueden tener relaciones sociales o sexuales) y “finalmente, los organismos más inteligentes – los que comparten información – evolucionan para prestar atención a cosas que proporcionan objetos abstracto-cognitivos (por ejemplo, sorpresas, recuerdos, noticias, argumentos, pruebas, reglas morales, ciencia)”.

Los organismos han de desarrollar una estrategia de búsqueda que maximice la posibilidad de encontrar “cosas buenas” y minimice el coste energético y los riesgos para la propia supervivencia. Y los recursos tienden a estar concentrados (porque si son orgánicos “plantas o animales”, “crecen por reproducción local” (ya que los padres o abuelos de los organismos que observamos debían estar ahí y reproducirse para que ahora haya descendientes). Si hay recursos en un lugar, el organismo ha de decidir si se queda o si se traslada a la búsqueda de otros lo que refuerza la plausibilidad de la “correlación espacial” o distribución irregular de los recursos (tanto inorgánicos como orgánicos pero especialmente estos últimos). Esta estrategia (explotar/buscar) respecto de los recursos alimenticios puede extenderse a los recursos sociosexuales e incluso a los informativos (búsqueda de recursos cognitivos).

El organismo ha de “decidir” si se queda donde está o se mueve en búsqueda de los recursos. Y “orientarse” en función del objetivo. Por ejemplo, “un gradiente químico para detectar la presencia de otro organismo comestible o un gradiente acústico para detectar la expresión del celo del compañero sexual”) y si “los recursos se reproducen, entonces, el organismo que se alimenta de tales recursos debería retornar al lugar donde encontró esos recursos en el pasado”. Todo ello teniendo en cuenta que moverse es costoso energéticamente. De ahí surgen estrategias basadas en la decisión de “explorar/explotar” en función de la riqueza en recursos del lugar en el que se encuentre. Una regla heurística: muévete cuando se haya superado un lapso de tiempo desde que captaste la última unidad de alimento (algo que ver tendrá con la falacia de los costes hundidos).

“Los homínidos evolucionaron en entornos – la sabana africana – donde los recursos eran espacialmente irregulares, como pozos de agua, matorrales de fruta silvestre, rebaños de animales de caza y clanes de compañeros sexuales potenciales”,

lo que debió de “generar la expectativa en los humanos modernos de que los recursos tienden a aparecer agrupados o concentrados espacialmente” y esta expectativa y los mecanismos psicológicos anudados a ella provienen, probablemente, de la necesidad de establecer estrategias de búsqueda eficientes que, más adelante, podían utilizarse para las búsquedas no espaciales, esto es, por ejemplo, de compañeros sexuales (¿cuánto tiempo dedico a analizar a un candidato antes de descartarlo y pasar a otro?) o para determinar si otro es suficientemente parecido a mí o para decidir cambiar de pareja sexual o permanecer con la misma. También actuamos así los humanos cuando estamos buscando información en el entorno o en nuestra memoria. La conexión entre los mecanismos que guían la búsqueda en el espacio exterior y la búsqueda en la memoria es fascinante. Según Hills

"Los mecanismos impulsados ​​por la dopamina que guían la búsqueda de alimentos fueron la base evolutiva de los mecanismos que guían la búsqueda de otros recursos" ... En (un) estudio, las personas que dedicaban más tiempo a explotar un yacimiento local de alimentos, también permanecían más tiempo explotando un yacimiento mental de su memoria cuando desarrollaban tareas abstractas como la de resolver un rompecabezas (Hills et al., 2008b).

Y esto es más notable porque, dicen los autores,

no parece indefectible que las personas busquen en su memoria utilizando estrategias que reflejen cómo sería la búsqueda en el espacio físico, es decir, buscando primero en un área restringida, mirando primero los puntos cercanos. En la búsqueda espacial, esto sucede en parte porque los recursos están irregularmente repartidos y, en parte porque la locomoción es energéticamente costosa. Por el contrario, en la búsqueda de memoria, la información útil puede no estar agrupada irregularmente y conectada asociativamente significativamente "cerca"  y los costos de cambiar de “zona” de memoria pueden ser insignificantes. Si tal es el caso, que los humanos a menudo usen la estrategia de buscar en un área restringida también cuando tratan de recuperar algo que tienen memorizado sugiere la adaptación de las estrategias de búsqueda del espacio físico a los espacios conceptuales. Esto sería coherente con una hipótesis de readaptación cognitiva (que la búsqueda centrada en áreas en memoria se basa en búsquedas centradas en áreas a través de hábitats) en lugar de una de convergencia cognitiva (que la búsqueda centrada en áreas concretas funciona porque es efectiva en ambos dominios, memoria y hábitat ) Ahora bien, carecería de lógica que se hubiera reutilizado la misma estrategia de búsqueda empleada en un hábitat externo si ésta no hubiera sido mínimamente eficaz en el nuevo dominio de la memoria”


Lo propio ocurre con el desarrollo de procesos para “evitar cosas malas” que implica el desarrollo de aversiones emocionales y de señales sociales. La repugnancia intelectual y moral podría tener su origen en los mismos mecanismos que evitan el contacto con patógenos, de forma que, igual que tenemos un sistema inmunológico fisiológico también tenemos un sistema inmunológico conductual o psicológico que nos protege frente a organismos dañinos. A menudo, haciéndonos reaccionar a señales (cómo los efectos de la sífilis en un potencial compañero sexual o al aspecto de una herida infectada): “la repugnancia es fundamentalmente un mecanismo para evitar parásitos y enfermedades” y dado que “la coevolución entre anfitrión y parásitos es un rasgo universal de la vida orgánica” ¿por qué no habría de serlo en todo el universo y no solo en la tierra? Y, de nuevo, igual que se ha desarrollado la “repugnancia moral” frente a conductas que desaprobamos porque ponen en peligro la supervivencia del grupo, puede hablarse de una “repugnancia intelectual” que nos lleva a rechazar las “malas ideas, la murmuración malsana – obsérvense los adjetivos – la maledicencia, las falacias lógicas, los eslóganes estúpidos e incluso las noticias falsas”. Quizá, por eso, reaccionemos tan agresivamente frente a tales conductas.

Una vez que una especie inteligente desarrolla la capacidad de transmitir y recibir ideas a través de la comunicación simbólica, puede beneficiarse al convertir esas formas de repugnancia en alguna forma de repugnancia intelectual, para proteger los sistemas cognitivos de la corrupción epistémica.

Y lo propio respecto de lo que llaman los autores “señales o indicadores sociales”, esto es, desarrollar formas de “publicar” – signalling – los propios rasgos sirve para disuadir a posibles depredadores, intimidar rivales o atraer compañeros sexuales, señales que, en los humanos, incluyen rasgos psicológicos o cognitivos como indicar a las potenciales parejas cuán inteligente o creativo o cooperativo uno es. Y

Las habilidades cognitivas y comunicativas constituyen indicadores de aptitud especialmente informativos porque sus sistemas computacionales subyacentes deben ser especialmente complejos y precisos, y, por tanto, (i)excepcionalmente vulnerables a mutaciones dañinas, (ii) especialmente informativas sobre la aptitud física, y (iii) excepcionalmente susceptibles de verse envueltos en una confrontación sin fin (arm’s race) que dispara el desarrollo y sofisticación de la inteligencia

¿A través de qué vías se adaptaron los mecanismos desarrollados por la evolución para permitir a los organismos lidiar con su entorno físico a los entornos social, sexual y cognitivo? Los autores se fijan en una diferencia fundamental entre los recursos físicos y los recursos cognitivos. En los primeros hay rivalidad en el consumo (si yo me como la manzana, tú no te la comes) pero en los segundos, no (si comparto una idea contigo y tú una conmigo, como decía Bernard Shaw, ahora los dos tenemos dos ideas). Esto explica algunas “ideas económicas populares” que son irracionales y, en general, la tendencia de los humanos a ver las relaciones con otros grupos como juegos de suma cero en lugar de juegos de suma positiva (que, en el ejemplo, nos llevaría a acaparar las ideas como acaparamos las manzanas)


Peter M. Todd/ Geoffrey F. Miller, The Evolutionary Psychology of Extraterrestrial Intelligence: Are There Universal Adaptations in Search, Aversion, and Signaling? Biological Theory, June 2018, Volume 13, Issue 2, pp 131–141|

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