jueves, 19 de junio de 2014

La tecnología, sin Ciencia, tiene un recorrido corto


¿Por qué el desarrollo económico se aceleró en Europa con la Revolución Industrial si hubo avances tecnológicos de similar envergadura en los siglos precedentes que no provocaron tal efecto?
La razón fundamental es que, antes de la Revolución Industrial, las tecnologías disponibles se apoyaban en una base epistémica muy estrecha. Es decir, los que las inventaron no tenía mucha idea de por qué las cosas funcionaban o no lo hacían. En el mundo pre-1750 se producía y se producía bien. Hubo muchos inventos que abrían caminos nuevos. Pero era un mundo en el que los ingenieros no sabían Mecánica; los herreros no sabían de Metalurgia: los agricultores no tenían una Ciencia del Suelo; los mineros no sabían Geología; se usaba la energía de las corrientes de agua pero sin saber de Hidráulica; se fabricaban tintes sin que se hubiera desarrollado la Química Orgánica y se practicaba la medicina sin Microbiología ni Inmunología. Lo importante es destacar que la falta de una base epistemológica no excluye necesariamente el desarrollo de nuevas técnicas a través de ensayo y error  o simplemente, de la casualidad. Pero la ola de micro-invenciones subsiguientes que adaptan y mejoran la técnica correspondiente y permiten el crecimiento sostenido de la productividad se desarrolla de forma mucho más lenta y costosa. Si uno sabe por qué algunos dispositivos funcionan, es más fácil manipularlos y perfeccionarlos para adaptarlos a nuevos usos o al cambio en las circunstancias. Y, sobre todo, se sabe lo que no funciona, lo que reduce los costes de investigar y experimentar


Sin embargo, no ha sido fácil conectar la Revolución Industrial con la científica, lo que puede explicarse porque hubiera un decalaje en el tiempo entre ambas o porque ambas pudieran desarrollarse simultáneamente. Por ejemplo “las tablas de eficiencia de la energía térmica se formularon en 1710 y se usaron frecuentemente mucho antes de que se formularan las leyes de la termodinámica
“El siglo XVIII marcó tanto una aceleración del ritmo de la investigación científica como un sesgo de ésta hacia materias u objetos con algún valor práctico… O para mejorar el bienestar físico y material de las personas o para mejorar la convivencia y la vida en Sociedad… Los descubrimientos de Newton hicieron más que cualquier otra cosa por el prestigio de la Ciencia formal en el mundo la academia y la enseñanza”.
Y estaban convencidos de que los avances en el conocimiento se traducirían en prosperidad. A la vez, la especialización se extendió en mucha mayor medida que en épocas anteriores.

Los filósofos se aplicaron a resolver problemas prácticos.
Leonhard Euler se ocupó del diseño de barcos, de lentes, del bandeo de vigas, y (con su famoso hijo menor Johann) contribuyó sobremanera a la Hidráulica teórica. El gran Lavoisier trabajó en varios problemas aplicados cuando era joven, incluyendo la química del yeso y los problemas de la iluminación de las calles. Gottfried Wilhelm Leibniz, William Cullen, Joseph Black, Benjamin Franklin, Joseph Priestley, Humphry Davy, Tobern Bergman, Count Rumford, y Johann Tobias Mayer estaban entre las muchas mentes de primer nivel que, sin rubor alguno, dedicaron parte de sus esfuerzos a resolver problemas cotidianos de la tecnología: cómo diseñar máquinas de calcular, cómo hacer el acero mejor y más barato, cómo aumentar la productividad agrícola y mejorar la ganadería, cómo construir mejores bombas y molinos; la forma de determinar la longitud en el mar, como calentar e iluminar los hogares y hacer más seguras las ciudades,cómo para prevenir la viruela etc… Los científicos y la Ciencia (no es exactamente lo mismo) tuvieron algunos éxitos espectaculares en el desarrollo de nuevas técnicas de producción, sobre todo la técnica del blanqueo con cloro, el pararrayos, y la lámpara de seguridad minera. Además, amplió la base epistémica de algunas técnicas que habían estado usándose durante siglos, explicando parcialmente por qué las cosas funcionan cuando lo hacen… Estos esfuerzos se vieron impulsados por las ventajas económicas, que crearon literalmente un mercado para el conocimiento. Un número creciente de filósofos naturales y personas cultas pudieron trabajar como consultores para los industriales
También se desarrollaron nuevos instrumentos científicos y avances en las Matemáticas que retroalimentaron el avance del conocimiento. Y esos avances tecnológicos fueron aceptados socialmente (lo que sigue es relevante para los juristas):
Las ideas, pequeñas o grandes, se seleccionan de entre los menús que se proponen a la gente (Mokyr, 2006a). El proceso de selección viene determinado por la persuasión y la persuasión en entornos libres, sigue una serie de criterios basados ​​en las convenciones retóricas de la época, convenciones retóricas que, a su vez, son también resultado de un proceso de selección. La Sociedad construye ciertas convenciones retóricas según las cuales, la Lógica, las pruebas empíricas y los argumentos de autoridad son admisibles en la discusión de las ideas. Tales convenciones establecen las reglas del juego, o las instituciones subyacentes, en la competencia entre las ideas por ser aceptadas. Una visión ingenua de este proceso conduciría a pensar que sólo se seleccionarían y aceptarían, entre las alternativas que compiten, las ideas que mejor respondan al criterio de la máxima probabilidad de que sean "verdaderas". Con esa lógica, la astrología habría desaparecido hace siglos. Una vez establecidas, sin embargo, tienden a determinar la ideología dominante en la sociedad, incluyendo sus creencias religiosas, y las doctrinas científicas dominantes… La innovación intelectual solo podía producirse en sociedades tolerantes, en la que ideas potencialmente escandalosas propuestas por individuos, a menudo, muy excéntricos no producirían respuestas violentas contra la “herejía” y la “apostasía”
La primacía de la tolerancia y el derecho a la crítica están en el pensamiento común a todos los Ilustrados. Y, cuanto más estrecha sea la base epistémica, más importante es la experimentación para refutar o confirmar una teoría. En fin, el entorno institucional para lograr una rápida difusión de las nuevas ideas puedo organizarse gracias a que la reputación de un científico le permitía obtener puestos en instituciones o el mecenazgo de los más poderosos, lo que aceleró la creación de un sistema científico basado en la publicación y en la revisión por los semejantes (peer review). La especialización – imprescindible para el avance científico y tecnológico – exigía que el acceso a la producción científica fuera poco costoso. La mejora de la imprenta y de las comunicaciones contribuyeron a reducir estos costes. Y no sólo ni principalmente entre científicos, sino entre científicos y tecnólogos o fabricantes que podía convertir el nuevo conocimiento en instrumentos o aplicaciones prácticas y que debían tener acceso, igualmente, a lo que otros tecnólogos y científicos de otras regiones de Europa estaban haciendo. Se establecieron, por primera vez en la Historia de Occidente, pasarelas entre ambos grupos. No en vano se inventa la Enciclopedia, que no es mas que un poderoso instrumento para reducir los costes de acceso al conocimiento. Las revistas técnicas y científicas florecieron y se multiplicaron los libros técnicos. Un sistema de patentes pudo no ser importante pero no hay que dejar de tener en cuenta que “lo que un sistema de patentes hacía ex ante es proporcionar a los potenciales inventores la esperanza de grandes exítos”, de manera que resulta muy difícil medir la eficiencia de los mismos, sobre todo en períodos de incipiente industrialización, además de reducir los costes de acceso a las nuevas tecnologías.

Lo que es sorprendente es que “la creencia en el valor del conocimiento práctico sobreviviese por tanto tiempo a la vista de los magros resultados” que obtuvo: “los fabricantes querían saber por qué desaparecían los colores o por qué ciertos tejidos absorbían los tintes más fácilmente que otros etc y ni siquiera en 1790 los químicos más avanzados eran de mucha ayuda al respecto”. Mucho del esfuerzo fue puro derroche, pero derroche inevitable en la creación de nuevo conocimiento
Aunque se considera generalmente que la Ilustración termina en 1789, sus efectos sobre la economía se notaron especialmente en el siglo XIX. El triunfo del pensamiento ilustrado se reflejó en una creciente influencia de la economía política liberal, que desmanteló gradualmente el Estado regulador en la primera mitad del siglo XVIII, y entre 1780 y 1830 revocó muchas de las limitaciones al libre mercado y redujo la captación de rentas. Pero más que nada, el impulso del progreso tecnológico se conservó en lugar de desaparecer.

Joel Mokyr, The European Enlightenment, the Industrial Revolution, and Modern Economic Growth

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